martes, 8 de junio de 2010

Historia

"Fe y Alegría nació para impulsar el cambio social por medio de la Educación Popular Integral"


P. José María Vélaz, s.j.

Fundador
 
Hay hombres que sembraron sus vidas en la tierra fértil del servicio. Por eso, fueron capaces de levantar grandes cosechas en el corazón de multitudes. Uno de estos hombres fue el Padre José María Vélaz, el fundador de Fe y Alegría, ese movimiento educativo que, nacido en un rancho de Caracas, ha llevado sus banderas de Educación Popular Integral a los barrios y campos de catorce países latinoamericanos.

El Padre José María Vélaz nació en Rancagua, Chile, el 4 de Diciembre de 1.910. Cinco años tenía cuando murió el padre. La mamá tuvo que atender con toda energía los negocios y el cuidado de cuatro niños muy pequeños. Este hecho marcó profundamente al joven José María que siempre fue un arduo defensor del valor, capacidad y entereza de las mujeres.
Cinco años después de la muerte del padre, la familia se volvió a España, pero le quedó raíz de su profunda sensibilidad latinoamericana. Cursó estudios en el internado de los jesuitas en Tudela y en la Universidad de Zaragoza. Comenzaron los sueños de aventuras y desafíos, de servir en misión apostólica como jesuita. Para poder realizar este sueño, abandonó sus estudios de Derecho e ingresó a la Compañía en 1928. Su formación y la situación política de España lo llevaron por varios países europeos y, cuando estaba esperando ser enviado a China, sus superiores decidieron mandarlo a Venezuela en el año 1946. Llegó con cierto desengaño, pero el país le fue ganando.
Trabajó unos años en el Colegio San Ignacio de Caracas y regresó a Europa a continuar sus estudios de teología y a ordenarse de sacerdote. De regreso a Venezuela, permaneció dos años en Caracas y, en agosto de 1948, fue nombrado rector del Colegio San José de Mérida, participando de modo especial en el crecimiento y en el prestigio de dicho Centro Educativo. Allí se reencontró con los Andes que lo volverían a aguijonear una vocación de grandeza en el servicio, una permanencia en la audacia y en el riesgo. Desarrolló el colegio y varias obras en la zona. Luego de cumplidos sus objetivos pensó fundar una red de escuelas en varios pueblitos andinos que dependerían del Colegio de San José de Mérida, para atender mayor número de alumnos. Después, cuando terminó su período de Rector ideó una red de escuelas campesinas por los llanos de Barinas, pero el proyecto no fue aceptado por los superiores y en 1954 se le envió a la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Allí, el año siguiente, fundaría Fe y Alegría para vivir a plenitud su vocación de Misionero.
En 1.960 se separó de la Universidad Católica, para dedicarse a tiempo completo a Fe y Alegría que en esos momentos ya contaba con Seis Mil Alumnos -en los Barrios Marginados de Caracas y comenzaba a extenderse a Maracaibo, Valencia, Barquisimeto y el Oriente.
Cuando ya Fe y Alegría contaba en 1.964 con más de Diez Mil Alumnos en Venezuela pasó a fundarla en el Ecuador. Posteriormente en 1.965 a Panamá y en 1.966 a Perú. Fe y Alegría penetró con gran éxito en Bolivia en 1.966 y siguió un crecimiento por Centro América y Colombia, de manera que el P. José María Vélaz, la ha podido implantar en El Salvador, Nicaragua y Guatemala, siguiendo un Proyecto Continental de alcanzar todos los Países Iberoamericanos.
Desde 1.974 dedicó su tiempo junto con una preocupación general al fortalecimiento de la Obra, a la iniciación del Campamento y de la Escuela de Artes Aplicadas de San Javier del Valle Grande de Mérida, como un Programa Piloto, para todo el resto de Fe y Alegría.
Luego decidió enfrenta un nuevo re­to: La creación de una cadena de escuelas agropecuarias en los llanos. Su primer proyecto San Ignacio del Masparro. A diez kilómetros de Dolores, en el Distrito Libertad del Estado Barinas comienzó su labor. En San Fernando de Apure, la escuela agropecuaria Padre Gumilla, sería el otro polo de la cadena. Su último viaje le llevó hasta Caicara, Puerto Ayacucho, la Gran Sabana, para explorar la creación de escuelas para los indígenas. A su regreso a la escuela del Masparro le sorprendió la muerte (1985).
El nacimiento de Fe y Alegría

Estando encargado de la atención espiritual de los jóvenes de la Universidad Católica, Vélaz quiso que los estudiantes fraguaran una profunda sensibilidad social al palpar la miseria en que vivían multitudes de hermanos. Y así, los domingos solían salir a los barrios de Catia a enseñar catecismo y repartir algunas bolsas de ropa y de comida. Pronto entendieron, sin embargo, que el servicio cristiano, para ser de veras eficaz, se tenía que encarnar en una amplia red de escuelas, en un vasto movimiento de educación que rescatara a las mayorías de la ignorancia, raíz de la más profunda servidumbre. Vélaz, que consideraba a la educación como la mayor fuerza transformadora del mundo, pensaba que la falta de educación era la causa principal de la marginalidad y de la miseria: “Pueblo ignorante es Pueblo sometido, Pueblo mediatizado, Pueblo oprimido. Por el contrario, Pueblo educado es Pueblo Libre, Pueblo transformado y Pueblo dueño de sus destinos” (Discurso en la Universidad Católica con motivo del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa en Educación).
La primera escuela nació de un acto de rotunda generosidad: cuando el obrero Abrahán Reyes se enteró que el Padre Vélaz y su grupito de universitarios andaban buscando un lugar para la escuela, les ofreció su casa. Durante ocho años, trabajando en sus ratos libres, Abrahán y su esposa habían construido esa casa, la habían ido moldeando con sus manos y sus sueños. Carreteaban el agua para la mezcla en latas de manteca desde varios kilómetros. Y una vez terminada, la ofrecieron con sinceridad y sin aspavientos. Así nació Fe y Alegría: en una casa regalada con 100 niños sentados en bloques sobre el suelo. El gesto de Abrahán y su señora habría de despertar múltiples y espontáneas generosidades que, desde sus inicios, han marcado la trayectoria de Fe y Alegría: una de las muchachas universitarias regaló sus zarcillos. Los rifaron y con lo que se sacó de la rifa se compraron los primeros pupitres y hasta alcanzó para darles algo a las primeras maestras. Esta fue la primera rifa de Fe y Alegría. Posteriormente, la rifa llegaría a convertirse en una especie de cruzada nacional que aglutina infinidad de generosidades anónimas y que, durante años, fue la principal fuente de ingresos para sostener y aumentar la obra.
Rápidamente, Fe y Alegría empezó a germinar en lo imposible: debajo de una mata, en ranchos alquilados, en escuelas que fueron creciendo sobre precipicios y quebradas, en basureros, en cumbres de cerros, en los lugares inhóspitos que nadie ambicionaba. Para conseguir recursos, además de la rifa, se emprendieron osadas campañas de promoción, se montaron oficinas, se tocó al corazón de personas generosas, se dio rienda suelta a la creatividad más atrevida.
El propio nombre de Fe y Alegría no fue escogido al azar. Debía recoger la propia identidad, ser a un mismo tiempo espejo y meta: “Nuestro nombre de Fe y Alegría no es una casualidad, ni tampoco algo intrascendente. Es un nombre totalmente meditado, como la meta a que conduce nuestro camino. Es nuestro emblema y nuestra bandera que fue pensada muchas horas y muchas veces. Es nuestro ‘santo y seña’.
Somos mensajeros de la Fe y al mismo tiempo Mensajeros de la Alegría. Debemos por lo tanto aspirar a ser Pedagogos en la Educación de la Fe y Pedagogos de la Alegría. Dos vuelos espirituales tan hermosos y radiantes que son capaces de enamorar una vocación. Dos Poderes y dos Dones de Dios que son capaces de transformar el mundo” (J. M. Vélaz, Pedagogía de la Alegría).
Fe y Alegría siempre quiso ser una obra de iglesia que agrupara las generosidades de muchos en torno a su proyecto educativo: la comunidad colaboraría con su trabajo, levantando paredes, limpiando terrenos, pintando..., los más privilegiados aportarían sus recursos económicos, sus influencias, sus ideas, otros darían sus talentos, su trabajo. Y Fe y Alegría liderizaría el clamor popular de Justicia Educativa en defensa de los derechos a la educación de los más pobres. El Ministerio de Educación no es el amo, sino un simple administrador de los recursos de todos. Fe y Alegría tendría que crecer fuerte para hacer oír su voz como “un fuerte rugido de leones”.

Vélaz, el Educador

Fe y Alegría se define como un movimiento de Educación Popular Integral. En estas dos palabras, ‘Popular e Integral’, tan preñadas de sentido, se compendia la esencia de su propuesta educativa. Frases como “Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto, donde no gotea el agua potable, donde la ciudad pierde su nombre”, reflejarán su inquebrantable decisión de insertarse con los más desposeídos: “Nos hemos atrevido a levantar una bandera -escribirá Vélaz- cuando tantos arrían y desdeñan las banderas. Nuestra bandera ha sido la Educación Integral de los más Pobres, es decir, de los más menospreciados e ignorantes, y como estos son muchos millones, nos hemos atrevido a la Educación de Millones. O lo que es lo mismo: a la liberación de millones” (Fe y Alegría. Características Principales e instrumentos de acción).
La educación de Fe y Alegría no puede ser “una pobre educación para los pobres”, sino que tiene que ser una educación de calidad, “la mejor educación para los más pobres”, una educación integral que forme a la persona en su totalidad.
Si la educación es para el Padre José María un instrumento de liberación y de humanización, si por medio de ella contribuimos a continuar el plan salvífico de Dios que quiere el desarrollo pleno de cada hombre, no bastará educar a todos los hombres, sino que habrá que educar a TODO el hombre. Tendremos que rescatar a la educación de su academicismo vacío y estéril en que está atrapada, para hacer de ella un medio de crecimiento personal y social. Educar a todo el hombre supone tomar en cuenta al alumno en su totalidad de persona y como miembro de una determinada comunidad, y no como mera cabeza o como un receptáculo a llenar con conocimientos muertos. Habrá que atender su estómago si tiene hambre, su salud resquebrajada, su corazón herido por el desamor. Habrá que hacer de él una persona fuerte, generosa, de manos trabajadoras y pies solidarios, con una sexualidad y una afectividad maduras y responsables, con unos ojos críticos y autocríticos, capaces de descubrir y apreciar lo bello, de admirar la Naturaleza como espejo de Dios, con un olfato especial para percibir lo que sucede y las causas porque sucede, con unos oídos atentos a los clamores de su gente, y con una palabra que sea expresión de vida, voz valiente de los que no tienen voz.
Vélaz, el pionero

Hombre incansable, de frontera, el Padre José María nunca se contentaba con los logros alcanzados. Siempre aspiraba más. No podíamos aburguesarnos en Fe y Alegría cuando cada vez era mayor la magnitud del desamparo. Convencido de que Fe y Alegría corría el peligro de rutinizarse en una serie de escuelas urbanas tradicionales, dedicó los últimos años de su vida a impulsar una educación que asumiera cada vez con mayor seriedad el mundo del trabajo y que preparara a los alumnos para ejercer dignamente un oficio.
Emprendió con toda su energía la superación de esas escuelas tradicionales, desligadas de la vida, donde los alumnos aprenden cosas inútiles, que no les sirven para nada y que, por ello, las abandonan antes de tiempo o las soportan en una especie de ritual que los deja vacíos y derrotados: “Si queremos que la Educación no cree Entes o entelequias separadas de la vida popular, tenemos que llegar con nuestra enseñanza a aquellas actividades que le permitirán al Pueblo una vida digna, una alimentación completa, una habitación de seres humanos, y un nivel cultural y espiritual cónsono con los planes de la modernidad y de la cristiandad” (Cartas del Masparro, pág. 20).
Para impulsar este tipo de educación en el trabajo productivo se fue Vélaz primero a fundar a San Javier del valle, en Mérida, y cuando consideró que estaba ya bien afincado este Instituto, con un ciclo diversificado profesional del que egresan los alumnos como Técnicos Medios en 13 especialidades, se metió llano adentro en busca de su viejo sueño de montar una red de escuelas agropecuarias y forestales para los campesinos desamparados.
Fundando en San Ignacio del Masparro le sorprendió la muerte. Como siempre, su mente ardía con múltiples y ambiciosos proyectos. Estaba intentando introducir a Fe y Alegría al África, acababa de venir de la Gran Sabana donde quería iniciar una red de escuelas para atender a “los más pobres entre los pobres”, los indígenas.

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